La Búsqueda de la Libertad en la Literatura Latinoamericana
El primer libro del cual se tiene registro en el continente americano es el Popol Vuh. Este es un libro que contiene mitos y leyendas de la cultura maya guatemalteca y que es es en cierta manera el equivalente al Génesis del antiguo testamento. Los relatos del Popol Vuh nos cuentan acerca del origen del mundo y de la creación del hombre desde el punto de vista de las culturas precolombinas, así como también intentan explicar el porqué de diversos fenómenos naturales.
El descubrimiento y la traducción del Popol Vuh por los conquistadores españoles, fue en cierta manera el nacimiento de la literatura latinoamericana. Aproximadamente cinco cruentos siglos han transcurrido desde los tiempos de la conquista hasta la actualidad, cinco siglos a través de los cuales se consolidaron el arte y la identidad de todo un continente.
«Popol Vuh, el sagrado libro Maya»
En el marco del choque de dos culturas, algunos conquistadores como Álvarez Núñez Cabeza de Vaca o Bernal Díaz del Castillo, escribieron sus aventuras y sus experiencias en el nuevo mundo, sin embargo la primera obra literaria con fines artísticos que se conoce de este continente es La Araucana.
Poema épico escrito por el español Alonso de Ercilla en el siglo XVI, La Araucana mezcla realidad y fantasía al describir las vicisitudes de la guerra de Arauco, conflicto entre los españoles y los mapuches que se desencadenó en el año 1536.
Pero el siglo XIX llegó y junto con él los movimientos independentistas. Uno a uno los países latinoamericanos fueron proclamándose independientes de sus respectivas metrópolis, y así es como poco a poco se comenzó a perfilar la identidad característica de estas jóvenes repúblicas.
En el año 1891, en su ensayo Nuestra América, el célebre escritor cubano José Martí llamó a la unión de los pueblos latinoamericanos y a la re-apropiación de la identidad y cultura de los países que lo conforman:
«Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según lo acaricie el capricho de la luz, o la tundan o talen las tempestades; ¡los pueblos se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes».
Estatua de José Martí ubicada en La Habana, Cuba
Ya en el siglo XX, en medio de una creciente tensión política, mientras el mundo estaba siendo tironeado entre dos potencias en el marco de la guerra fría, con la explosión de la revolución cubana de 1959 por un lado, y la sucesión de repetidos golpes de estado y gobiernos de facto alrededor de toda América Latina por el otro, la voz de los latinoamericanos se hizo escuchar. Precisamente esa tensión política, social y económica estalló en un movimiento literario que se llamó el “boom latinoamericano”.
Entre los que formaron parte de este boom se destacan cuatro escritores: Octavio Paz de Méjico, Gabriel García Márquez de Colombia, Mario Vargas Llosa de Perú, y finamente Julio Cortázar de Argentina. Octavio Paz fue un poeta, diplomático y ensayista ganador del premio nobel de literatura en el año 1990. Neo modernista en sus comienzos, más tarde poeta existencial pero con destellos de surrealismo por momentos, Paz es un escritor muy difícil de encasillar en un estilo en particular, ya que su búsqueda por la novedad y por la libertad literaria fue incansable.
De los cuatro autores mencionados, Mario Vargas Llosa, quién fue galardonado con numerosos premios incluido el Novel en el 2010, es el que más activamente ha participado en política, incluso postulándose a candidato a presidente de su país en 1990. En su inolvidable novela El Hablador, Vargas Llosa nos lleva en un viaje sorprendente en el que la sociedad moderna se contrapone a las sociedades indígenas del Perú.
En su magistral narrativa, el escritor nos hace vivir en carne propia los mitos cosmogónicos de los “machiguengas”, nos sumerge tan profundamente en esta cultura que nos hace ver con sus propios ojos, escuchar con sus propios oídos, pensar como ellos piensan. Así como el protagonista Saúl Zuratas, admirador y estudioso del pueblo “machiguenga”, se termina transformando en uno de ellos hacia el final del libro, así mismo de la mano de Vargas Llosa, el lector se siente un integrante más de esta cultura nativa de la selva amazónica del Perú.
Otra de las grandes novelas de este particular “boom” es la que inspira el título de este artículo, y es nada más y nada menos que Cien años de soledad. En esta aclamada novela, el escritor Gabriel García Márquez, ganador del premio Nobel en 1982, nos cuenta la historia de la familia Buendía a través de siete generaciones en la ciudad ficticia de Macondo. Una joya de la literatura universal, Cien años de soledad representa el punto más alto del realismo mágico, en donde apasionantes personajes se entrelazan en un mundo perfectamente equilibrado entre la realidad y la fantasía.
Vargas Llosa Recibiendo el Premio Nobel de Literatura 2010
Uno de los motivos por los cuales siempre me he sentido afortunada de tener como lengua materna al idioma español, es que puedo leer, entender y verdaderamente disfrutar de la obra de Julio Cortázar. De los escritores más importantes del boom, Cortázar fue el único que no recibió el premio Nobel y quizás el menos reconocido internacionalmente ya que su narrativa es casi imposible de traducir a otros idiomas sin perder su esencia. A Cortázar se lo relaciona con el realismo mágico debido al juego entre lo real y lo imaginario casi siempre presente a lo largo de toda su obra, pero la realidad es que sus escritos son muy difíciles de clasificar. De los escritores del boom, Cortázar es sin duda el más innovador y revolucionario, ya que su particular innovación yace precisamente en su uso del lenguaje. La narrativa de Cortázar sorprende y desafía continuamente al lector, planteando una nueva lógica y mostrando constantemente las cosas desde un punto de vista diferente. En su cuento Usted se tendió a tu lado, el autor narra la historia de una madre y su hijo usando los pronombres tú y usted, en vez de los convencionales él y ella. Asimismo, en su inolvidable Rayuela nos pone de repente frente a un capítulo en el que dos textos están intercalados, y en el cual el lector se ve obligado a leer cada texto salteando un renglón.
La novela que catapultó a la fama a Julio Cortázar y que a su vez lo consagró como uno de los pilares del boom latinoamericano, fue precisamente la ya mencionada Rayuela.
“A su manera este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros”, son las palabras con las que da inicio el autor a esta novela. Cortázar nos propone dos formas de leer el libro, la primera forma es la más convencional, empezando por el capítulo 1 hasta el 56 sucesivamente. La segunda es comenzando por el capítulo 73 y luego saltando de capítulo en capítulo siguiendo el orden que se indica al pie de cada uno de ellos. De esta forma, el autor convierte al lector en su cómplice, haciéndolo partícipe de la creación de la novela e invitándolo a salir de su zona de confort. El lector deja de ser pasivo para transformarse en lector activo, y así descubrir el incitante mundo que palpita detrás de las aventuras de la Maga y Oliveira, de Talita y Traveler, de los integrantes del Club de la Serpiente.
Después de cinco largos siglos, pareciera que la historia de los latinoamericanos ha estado siempre signada por un mismo objetivo: la búsqueda de la libertad. Desde el Popol Vuh hasta García Márquez, desde las primeras crónicas de los conquistadores hasta el boom latinoamericano, la literatura del nuevo continente ha sido fiel compañera de las inquietudes, de las búsquedas y de los sueños de su pueblo.
Por eso mismo los que hacemos Mundo Offshore, consecuentemente con nuestra filosofía de la libertad, hoy deseamos rendirle homenaje a estos escritores así como a muchos otros, a verdaderos artistas del lenguaje que han sabido expresar la visión e idiosincrasia de todo un continente, que han representado la búsqueda común de todo un pueblo, búsqueda que no es otra que la del tesoro más preciado: el tesoro de la libertad.
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