En la “Ciudad de Dios”, San Agustín nos cuenta la historia de un pirata capturado por Alejandro Magno. El mencionado emperador, con ira, pregunta al pirata. ¿Cómo te atreves a meterte con los mares? A lo que el pirata responde, ¿Y usted, como se atreve a meterse con el mundo entero? A mí me tildan de pirata y ladrón porque yo lo hago usando un pequeño barco, a usted, que lo hace con una flota entera, lo llaman emperador.”
Los medios de comunicación oficiales están nuevamente ocupados con una nueva ronda de “revelaciones” acerca de empresas holding offshore, luego de que unos hackers robaron 13.4 millones de documentos confidenciales de Appleby, una firma de abogados, para luego entregar esa información a la prensa.
El escándalo, o al menos eso es lo que quieren que la opinión pública crea, no es que los Paradise Papers constituyan el segundo robo de información más grande en toda la historia, ni que la prensa haya usado, sin ningún remordimiento, la información robada con la intención de publicar detalles financieros privados de cientos de individuos que, por otra parte, no han cometido ningún crimen. Por el contrario, el “escándalo” yace en el hecho de que algunas corporaciones multinacionales con mucho dinero no están pagando más impuestos de los que legalmente deberían pagar.
El hecho de que personas físicas o jurídicas que pueden pagar un asesor tributario de alto nivel, usen esta posibilidad para reducir su carga impositiva, es tan sorprendente como el hecho de que Charlie Sheen hace uso de drogas ilegales.
Lo que está en la mira en los Paradise Papers no es la evasión ilegal de impuestos, sino la forma en la que estas compañías e individuos utilizan los mecanismos sofisticados que tienen a su disposición, con el objetivo de minimizar su carga impositiva.
Apple, por ejemplo, está tildada de una compañía de “avaros,” solo por el hecho de no querer pagar la suma de impuestos “correspondiente”, mediante el uso de complejas y creativas estrategias para reducir su carga tributaria. El único motivo por el cual Apple, en primer lugar, utiliza estas estrategias, es porque los gobiernos se las han arreglado para crear una red de regulaciones tributarias absurdas. Debido a que Tim Cook es el CEO de una compañía públicamente registrada, tiene el deber fiduciario (y legal) de devolver a sus accionistas el mayor retorno a la inversión que sea posible. Por ese motivo, es evidente que Cook no desea pagar más impuestos de lo que debería.
Si Tim Cook decidiera (por la bondad de su corazón o la simpleza de su intelecto), re-domiciliar todas las actividades de Apple y pagar así el actual impuesto corporativo exigido por los EE.UU. (a veces tan alto como el 38%), no solo sería despedido antes de poder ejecutar su plan, sino que sería demandado múltiples veces por conducta perniciosa deliberada, y en buena hora.
«Lo que está en la mira en los Paradise Papers no es la evasión ilegal de impuestos, sino la forma en que las compañías utilizan los mecanismos sofisticados que tienen a su disposición».
El “aporte justo”
De la misma forma, los individuos acaudalados están siendo reprendidos por no pagar el “aporte justo”. Este término (fair share, en inglés), es usado muy a la ligera, pero su significado es, empero, confuso. ¿Qué significa “aporte justo”? Veamos. El uno por ciento de los contribuyentes de los EE.UU. no pagan ni la mitad de los impuestos a la ganancia. El cinco por ciento paga 94.8% de todos los impuestos sobre las ganancias. Casi la mitad de los ciudadanos estadounidenses no pagan impuestos en absoluto. Para ustedes, ¿eso califica como “justo”?
Seamos honestos: ¿Qué son realmente los impuestos?
Los impuestos son una forma de extorsión muy elaborada en la que los perpetradores se las han arreglado para institucionalizar su crimen, codificarlo en una serie de leyes escritas, y luego convencer a sus víctimas de que la retención no consensuada de los frutos de su trabajo es, de alguna manera, no solo necesaria, sino que también un deber moral.
El estado es una infraestructura de extorsión sutil muy bien organizada, y ha hecho de esto un fino arte al punto de que no parece estar extorsionando a nadie, sino que, por el contrario, parece una entidad benevolente que ofrece un “servicio” a los ciudadanos.
Es muy fácil olvidarse de que el estado nos extorsiona, especialmente porque sus dirigentes no parecen delincuentes comunes, sino que hasta parecen gente elocuente y encantadora. Además, en la mayoría de los casos, estos mismos dirigentes no se consideran extorsionadores, sino que creen el mismo cuento que les han hecho creer al resto de la población.
Esta sutil extorsión es tan sofisticada que casi pasa desapercibida, pero solo hasta que dejes de pagar tus impuestos. Intenta hacer eso, y pronto verás que el estado te perseguirá hasta que pagues o te encerrará en una celda. Casi nunca llega tan lejos, por supuesto, pero esto es solo porque la gente sabe lo que les ocurre a aquellos que se niegan a pagar su “aporte justo”. Google Irwin Schiff.
En este punto, me gustaría hacer una distinción importante: los políticos, por supuesto, deberían ser duramente castigados si se descubre que no están pagando aquellos impuestos que obligan pagar a los demás.
La inmoralidad de los paraísos fiscales
El malo de la película, en el caso de los Paradise Papers, son los denominados paraísos fiscales, un término que pretende ser una calumnia. Estos paraísos fiscales son nada más y nada menos que pequeñas islas gobernadas por dirigentes relativamente menos poderosos, que atraen ciudadanos y capital hacia sus costas con la promesa de exonerarlos solo un poco.
Los dirigentes más poderosos, como es de esperar, no están de acuerdo con estas prácticas. ¿Cómo van a esquilmar a sus ciudadanos de la mitad de sus ganancias, si hay otra jurisdicción que les ofrece mudarse a alguna playa isleña, en donde además pueden mantener la mayoría de su capital intacto? ¡Estos paraísos fiscales están controlándolo todo! Mejor pongámoslos en una “lista negra”.
Por consiguiente, castigar a los ricos desde el punto de vista moral, solo por el hecho de encontrar la forma de evitar legalmente ser saqueados por sus propios gobiernos, es absurdo. No deberían ser reprendidos, sino que celebrados y hasta emulados.
Tan exitosa ha sido esta artimaña de inculcar a sus víctimas una imagen de su propia legitimidad, que el estado no solo no necesita cercar su ganado para evitar que se escape, sino que el mismo ganado se monitorea uno al otro, y comienzan a mugir apenas uno de ellos intenta escapar.
Y este es, quizás, el aspecto más desalentador de este asunto. Los más fervientes oponentes de las estructuras offshore no son los gobiernos en sí, sino que los contribuyentes/víctimas. En otras palabras, los periodistas, activistas y artistas, entre otros, están liderando las acusaciones en contra de aquellos que son lo suficientemente afortunados y creativos como para encontrar formas legales de evitar una extorsión. Es una mentalidad a gran escala del tipo “perro del hortelano”, que no come ni deja comer.
«El estado es una infraestructura de extorsión sutil muy bien organizada».
El problema no es que los ricos tengan la posibilidad de pagar menos impuestos que el resto de la población, el problema es que el resto de la población no puede hacer lo mismo
No se preocupe porque los super ricos están pagando bajas tasas impositivas, mejor preocúpese porque usted está pagando tasas muy altas.
Muchos, sin lugar a dudas, protestarán alegando que es nuestro deber “contribuir con la sociedad”, que ellos pagan impuestos de buena gana, y que le debemos al estado el pago de tributos por las escuelas, los hospitales y las carreteras que ellos construyeron para nosotros. Como si nosotros hubiéramos tenido la opción de aceptar o rechazar esos servicios. Si todos pagáramos nuestros impuestos de buena gana, entonces no necesitaríamos leyes para regularlos y exigirlos. ¿Por qué no ir un paso más allá? ¿Por qué no pagar impuestos incluso más altos?
He aquí una de mis frases favoritas: “Los impuestos son el precio que pagamos por una sociedad civilizada, y al que no le guste, es libre de irse.”
Otros alegan que, por culpa de los centros offshore, el estado está perdiendo billones en impuestos evadidos. Esto es verdad y es algo bueno, ya que de esta manera el dinero está en manos idóneas. Si usted da dinero a compañías e individuos que tienen un historial de invertir su capital de manera en que lo multiplican, ese dinero va a aprovecharse mucho mejor que si estuviera en manos de burócratas incompetentes.
El historial del estado como custodio del capital, con unas pocas excepciones, es desastroso. Casi todos los grandes países están inundados en deudas porque gastan mucho más de lo que recaudan cada año. Los gobiernos son como agujeros negros gigantes hacia los cuales el dinero es aspirado a una velocidad alarmante, de una manera sin precedentes.
Los paraísos fiscales, a falta de un mejor término, son un contrapeso crucial para los gobiernos avaros. Si no fuera por esas pequeñas e imprudentes islitas en el Canal Inglés o en el Caribe, las cuales ofrecen alternativas, no habría fuerza capaz de impedir que Washington nos despoje de todo lo que tenemos.
Si los ricos han encontrado formas ingeniosas de pagar menos impuestos de forma legal, entonces, ¡bien por ellos! Ahora, por favor, enséñennos a nosotros como hacerlo.
Este artículo es cortesía de ImDaily
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